Este Blog es el trabajo final del Seminario de Formación de Usuarios que forma parte de la carrera de Bibliotecario Escolar, dictada en la Universidad Nacional de Mar del Plata, Facultad de Humanidades, Departamento de Documentación.



“Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca”. Jorge Luis Borges.


martes, 3 de mayo de 2011

Diario de la práctica...


Esta semana comenzamos la práctica profesional en la biblioteca escolar "Bernardino Rivadavia". A través de este blog queremos compartir con ustedes nuestra experiencia..., por eso, en la otra pestaña iremos escribiendo lo que va sucediendo.


Todo un desafío, por fin "las manos en la masa". Anécdotas, momentos, escollos y soluciones... con ustedes, nuestro "Diario de la práctica".


Día 1: No siempre la primera impresión es la que cuenta...



Andrea & Marianela

miércoles, 14 de abril de 2010

domingo, 28 de marzo de 2010

Sitios web para poner en orden la biblioteca

Publicado en edición impresa, el 23 de marzo de 2010

Ricardo Sametband
LA NACION

Permiten compartir datos sobre los libros

Cuando se habla de libros en relación con la informática se suele pensar en la tinta electrónica -un tipo de pantalla que simula un papel- y en dispositivos, como el Kindle, de Amazon, y la línea Reader, de Sony: pequeñas computadoras de mano dedicadas sólo a mostrar texto en pantalla, con algunas imágenes en baja resolución y, en ciertos casos, con acceso a unos pocos sitios web y reproducción de música en formato MP3.

En el futuro cercano, están las versiones con pantallas color, de mayor resolución para que las fotos tengan un mejor aspecto, y capaces de reproducir videos.

Se espera que este año la Apple iPad, el Kindle, el Nook (de Barnes & Noble) y otros dispositivos similares logren popularizar los textos electrónicos como no pudo ningún otro en una década; las editoriales locales ya preparan sus catálogos para esto ( ver www.lanacion.com.ar/1228100 ). Aun así, la mayor parte del público lector seguirá, por ahora, comprando libros en papel.

Son muchos los amantes de la lectura que suman cada vez más libros en bibliotecas propias y heredadas. Dependiendo de su afición e interés, mantener en orden esos estantes y tener un control de qué libros realmente se tienen puede ser complejo. Para lograrlo, Internet puede ser un gran aliado, gracias a varios sitios que permiten tener un índice en línea.

Son, entre otros, www.anobii.com , www.librarything.es , books.google.com , http://reader2.com , www.quelibroleo.com , www.shelfari.com (de Amazon.com); www.goodreads.com , www.weread.com , www.booktagger.com , www.gurulib.com o Visual Bookshelf, integrada a Facebook ( http://apps.facebook.com/facebookshelf/ ). Los primeros cinco servicios están en español. Todos son gratuitos. Anobii, Librarything y Shelfari tienen versiones móviles.

¿Y qué se puede hacer en ellos? Primero, crear una estantería propia donde acomodar los libros que uno tiene. Hay dos formas. La más eficiente es usar el ISBN (Número Estándar Internacional de Libro, según sus siglas en inglés), un identificador de 10 o 13 dígitos para cada libro editado. Al ingresar el número, se cargan automáticamente todos los datos: título, autor, la imagen de la portada, edición y año de publicación, etcétera. Anobii tiene, incluso, una aplicación para iPhone (y existe una extraoficial para móviles con Android) que permite sumar libros escaneando el código de barras con el celular; GuruLib permite emplear una webcam para esta tarea.

Si el sitio no tiene el número en su base de datos (algo lamentablemente frecuente para libros publicados en la Argentina) o se trata de un libro editado antes de que entrara en vigor el sistema (principios de los 70), se pueden ingresar todos los datos en forma manual. Como estos sitios fomentan la colaboración, si un usuario ingresó la información sobre un libro que no estaba en la base de datos, ésta se comparte con el resto de los bibliófilos.

Lo más interesante viene después. Además de ir poblando la biblioteca virtual es posible agregar comentarios a los libros, marcar si están leídos o no, si están a préstamo, calificarlos, escribir reseñas y compartir todo eso con el resto de los usuarios. También se pueden comparar bibliotecas, recibir recomendaciones de autores con temáticas similares o conocer la opinión de los usuarios sobre un libro que se planea adquirir, formar grupos de lectura, contactar escritores, publicar automáticamente reseñas en Facebook o en un blog y mucho más.

jueves, 25 de febrero de 2010

De una biblioteca a otra


Por Antonio Muñoz Molina

Una biblioteca pública no es sólo un lugar para el conocimiento y el disfrute de los libros: también es uno de los espacios cardinales de la ciudadanía. Es en la biblioteca pública donde el libro manifiesta con plenitud su capacidad de multiplicarse en tantas voces como lectores tengan sus páginas; donde se ve más claro que escribir y leer, dos actos solitarios, lo incluyen a uno sin embargo en una fraternidad que se basa en lo más verdadero y lo más íntimo que hay en cada uno de nosotros y que no tiene límites en el espacio ni en el tiempo. La lectura, los libros, empezaron siendo privilegio de unos pocos, herramientas de poder y de control de las conciencias. La imprenta, al permitir de pronto la multiplicación casi ilimitada de lo que antes era único y difícil de copiar, hizo estallar desde dentro la ciudadela hermética de las palabras escritas, alentando una revolución que empezó por reconocer en cada uno el derecho soberano a leer la Biblia en su propia lengua y en la intimidad de su casa, sin la mediación autoritaria de una jerarquía. Gentes que leían libros albergaron ideas inusitadas: que el mérito y el talento personal y no el origen distinguían a los seres humanos; que todos por igual tenían derecho a la instrucción, a la libertad y a la justicia.

La escuela pública, la biblioteca pública, son el resultado de esas ideas emancipadoras: también son su fundamento. Con egoísmo legítimo uno compra un libro, lo lee, lo lleva consigo, lo guarda en su casa, vuelve a leerlo al cabo de un tiempo o ya no lo abre nunca. En la biblioteca pública el mismo libro revive una y otra vez con cada uno de los lectores que lo han elegido, multiplicado tan milagrosamente como los panes y los peces del evangelio: un alimento que nutre y sin embargo no se consume; que forma parte de una vida y luego de otra y siendo el mismo palabra por palabra cambia en la imaginación de cada lector. En la librería no todos somos iguales; en la biblioteca universitaria el grado de educación y la tarjeta de identidad académica establecen graves limitaciones de acceso; sólo en la biblioteca pública la igualdad en el derecho a los libros se corresponde con la profunda democracia de la literatura, que sólo exige a quien se acerca a ella que sepa leer y sea capaz de prestar una atención intensa a las palabras escritas. En el reino de la literatura no hay privilegios de nacimiento ni acreditaciones oficiales, ni jerarquías de ninguna clase ante las que haya que bajar la cabeza: nadie tiene la obligación de leer una determinada obra maestra; y no hay libro tan difícil que pueda ser inaccesible para un lector con vocación y constancia. Pomposos catedráticos resultan ser lectores ineptos: cualquier persona con sentido común es capaz de degustar las más delgadas sutilezas de un libro. En el cuarto de trabajo o de estudio con frecuencia uno está demasiado solo: en la biblioteca pública se disfruta un equilibrio perfecto entre el ensimismamiento y la compañía, entre la quietud necesaria para la lectura y la grata conciencia de la vida real que sigue sucediendo a nuestro alrededor.

Los barrios de Nueva York están punteados de sucursales de la gran Biblioteca Pública de la Quinta Avenida. El edificio central tiene una escala imponente: los mármoles, la escalinata, las columnas, los dos grandes leones benévolos. Las bibliotecas de barrio son mucho más modestas en apariencia, pero no esconden menos tesoros, y son igual de acogedoras. La que yo visito casi cada mañana está en una zona de pequeños negocios puertorriqueños, de peluquerías rancias de caballeros, de puestos de frutas del Caribe, de casas de comidas baratas que tienen nombres como La Caridad o La Flor de Mayo. El trámite para hacerse socio dura unos cinco minutos y es gratis. Con su tarjeta uno puede solicitar cualquier libro, disco o película y en unos pocos días le avisarán de que puede ir a recogerlo. Pero para entrar en la biblioteca y pasarse en ella las horas no hace falta ni siquiera una acreditación, en una ciudad donde hay tantas barreras de seguridad que puede ser tan inhóspita para el que no tiene dinero. A mi alrededor, en las otras mesas de la biblioteca, hay universitarios obsesivos que han venido a estudiar y jubilados que leen tranquilamente el periódico, un chico que mueve la cabeza y los hombros al ritmo de la música que escucha en el iPod mientras sonríe para sí leyendo una novela gráfica, una muchacha asiática sumergida en una biografía de Virginia Woolf, una abuela a la que una empleada le enseña con ilimitada paciencia cómo acceder a su cuenta de correo electrónico en la fila de ordenadores de la sala, una mujer demente que se ha sentado cerca de mí dejando caer sobre la mesa, como si fuera una lápida, un diccionario enorme de psiquiatría.

Yo leo, trabajo, miro el correo, escribo alguna postal, gustosamente solo y a la vez acompañado, mecido por el rumor cauteloso de la gente. Vengo a trabajar en una biblioteca pública y me acuerdo siempre de la primera que conocí, en la que empecé a educarme, tan lejos ahora y tan presente en la memoria, la biblioteca municipal de Úbeda, que descubrí cuando tenía unos doce años. La mirada infantil, como la poesía épica, agranda los lugares, magnifica las cosas: yo nunca había visto salas tan grandes, estanterías llenas de libros que llegaban a los techos, sumergidas parcialmente en una penumbra en la que brillaban con intensidad misteriosa las lámparas bajas sobre las mesas de lectura. En cualquier otro lugar mis deseos y mis aficiones estaban limitados por la falta de dinero: en la biblioteca yo era un potentado. Fuera de allí las cosas pertenecían a alguien, casi siempre a otro: en la biblioteca eran mías y a la vez de todos. No existe mejor escuela de ciudadanía.

Sin aquella biblioteca hoy yo no estaría en ésta. Y como ahora las palabras pueden viajar tan instantáneamente como vuelven a la conciencia las imágenes del pasado remoto, cuando abro el portátil para mirar el correo encuentro un manifiesto en defensa de la biblioteca municipal de Úbeda, dañada por el abandono, por esa idea festera y despilfarradora que tiene cualquier política cultural en España, donde no hay límite para el gasto público a condición de que éste sea superfluo. Cualquier municipio español gasta millones en contratar artistas de moda o alentar paletadas vernáculas: pero en una pequeña biblioteca no hay dinero para comprar libros, y si lo hubiera no quedaría espacio donde mostrarlos; cada vez existirá menos la posibilidad de que alguien encuentre en ella el refugio y la iluminación de los libros; de que un niño fantasioso entre en la biblioteca pública como Simbad en la gruta del tesoro. Pongo mi firma al pie de ese manifiesto de ciudadanos ilustrados y por un momento la lejanía no existe y la mesa de lectura en la que estoy sentado pertenece a aquella biblioteca que no he pisado en tantos años.


Artículo publicado en el diario El País (Madrid, 3 de mayo de 2008) y en el blog BIBLIOTECA DE VBEDA (http://bibliotecadeubeda.blogspot.com), Cuaderno dedicado a la Biblioteca Pública Municipal “Juan Pasquau”, coordinado por la Asociación de Amigos de la Biblioteca. El texto completo del Manifiesto en defensa de la Biblioteca Pública Municipal “Juan Pasquau” de Úbeda —que menciona Antonio Muñoz Molina en el artículo— se encuentra en el blog BIBLIOTECA DE VBEDA

martes, 23 de febrero de 2010

La mesa (de libros) está servida!

Las carencias son muchas. Las necesidad son diversas. El entusiasmo es grande.
Este verano tuve la oportunidad de conocer la Biblioteca Popular Centenario. Como su nombre lo indica es la biblioteca que se encuentra en el Barrio Centenario de la Ciudad de Mar del Plata, justo en el centro del barrio, en la planta baja de uno de los monobloks... pareciera que quiere ser en corazón... o la base de algo.... Con la iniciativa de un grupo de vecinas que trabajan desde hace más de veinte años, esta biblioteca logró el reconocimeinto (y el subsidio) de la CoNaBiP.
Es admirable ver, sentir, la garra que este grupo de mujeres que, con iguales dificultades y carencias que tantos otros habitantes de estas zonas desfavorables, defienden servir libros...
María Inés Bogomonly, desde sus iniciativas nacionales en la promoción de la lectura, plantea que los libros, la lectura, son una necesidad paralela a la comida. Necesitamos comer para vivir. De la misma manera necesitamos leer. Y estás mujeres así lo entienden. Con recursos tecnológicos mínimos ( no tienen siquiera teléfono), con recursos económicos pobres, con ningún recurso profesional, pero con mucha convicción llevan adelante una tarea estoica. Le dan a sus vecinos una oportunidad. forman usuarios, forman ciudadanos, alimentan lectores.
No podía dejar de dedicarles aunque sea unas líneas a quienes defienden y sirven este menú de libros que alimenta el alma, el espríritu, la esperanza.
Corazones convencidos, manos que trabajan. Oportunidades. Puertas que se abren.

Todo aquel que quiera sumarse, no tiene más que pasar por Tierra del Fuego y Avellaneda, Mar del Plata. Pregunten por Hortensia o Mariana. Seguramente estarán allí, en su trinchera, luchando a capa y espada.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Feria del Libro de Mar del Plata, ¡qué pena!

Repudio de la UNMDP ante un desguace cultural

Se está desarrollando la 5ta Feria del Libro – Mar del Plata Puerto de Lectura, no fue fácil la realización de la misma y ha sido posible gracias a la firme decisión de las cuatro instituciones fundadoras, esto es la Cámara de Libreros del Sudeste de la Provincia de Buenos Aires, el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de General Pueyrredón y la Universidad Nacional de Mar del Plata.

Con disgusto las entidades organizadoras se vieron sorprendidas dos días antes de la inauguración por la imposibilidad de contar con un importante sector del gran salón que se encuentra sobre el Boulevard, dado que la concesión del Hotel Provincial de manera inconsulta y unilateral había decidido ocuparla con actividades que ni siquiera tuvo la gentileza de informar.

Los perjuicios materiales fueron inmediatos e importantes pues en ese lugar se habían alquilado espacios para la instalación de puestos de libreros y editoriales. Solo la buena voluntad de los organizadores y de los destinatarios pudo permitir que fueran relocalizados a expensas de reducir el resto de los locales.

La sorpresa durante la apertura de la Feria fue extrema al ver como se abrían cajas con libros usados, en apariencia añosos, mientras se colocaban carteles que ofrecían “Ofertas La Capital”.

Los allí presentes no dábamos crédito a lo que veíamos, se estaba desguazando y vendiendo por partes los libros pertenecientes a la Biblioteca del Diario La Prensa.

Es difícil pensar que el objeto de la venta fuera impulsada por algún apremio económico, ya que los valores en juego aun con la venta total de los mismos, es difícil que constituyan un monto importante En el supuesto que la idea fuera la de mantener estas obras en su estado original, podrían haber sido donados a una Biblioteca Publica, Centro de Investigación o Archivo.

Se trata de un acto mezquino, cuyo único objetivo de lograr un rédito económico, con una total ignorancia por lo que significan los libros que mas allá de su valor individual, se acrecientan cuando la obra está catalogada y dentro de un conjunto que le da un sentido inmenso en términos culturales.

No sabemos si el hecho constituye un delito formal, de lo que si estamos seguros es que constituye un atentado contra la cultura, en detrimento de la memoria, priorizando un insignificante rédito económico.

En momentos oscuros de nuestra historia y de la humanidad, a los libros se los quemaba, hoy se los trata de vender a precio vil.

Por lo anteriormente expuesto, la Universidad manifiesta su total repudio a este accionar.

Subsecretaria de Comunicación y Relaciones Públicas